lunes, 30 de noviembre de 2009

MARTINA EN LOS TIEMPOS DE CRISIS

Según el cuento infantil, la Cucarachita Martina encontró una moneda y comenzó a cavilar entre las muchas cosas que podría comprarse con ella. Pensó en dulces, potingues para maquillarse y mil cosa inútiles como esas con que nos deslumbra a ti y a mí el mercado. ¡¡¡Se nota que la cucarachita no vive en nuestra época!!!, porque a ver, cuéntame tú, si ganaras, con tu trabajo, claro está, un poquito de dinero, solo un poquito, en estos tiempos en que tener un trabajo ya es un regalo, entonces ¿qué comprarías?
Sí, ya lo sé, sería fácil decidirlo, comida para tus hijos, abrigos, pagarías la renta, la electricidad y todo lo que fuera posible, hasta que alcanzara. A pesar de los deslumbrantes productos que ofertan los mercados, a pesar de las luces y colores que te llaman hacia lo superfluo, tú te decidirías por lo imprescindible, por lo útil, ¿cómo si no en estos tiempos de crisis?
A la Cucarachita del cuento se le hubiera puesto muy difícil hoy, claro, ella no era madre sola, cabeza de familia. Nosotras las Cucarachitas de hoy tenemos que lidiar con la vida de otra manera. A nosotras la crisis nos muerde y no nos suelta.
Todos hablan de la crisis económica en los términos de la gran economía, de países y del mundo; pero hay que sentir la crisis en el puchero del pobre, de las mujeres que cada día deben llenarlo y que en ese afán se vuelven inventoras y magas. De eso sabemos un rato las cubanas, cincuenta años de y bloqueo el período especial nos han enseñado a burlar el hambre, a cambiarle el sabor a las cosas y a arreglarnos con poco, no somos ángeles, ni magas, ni hechiceras, sencillamente tenemos entrenamiento. Porque la necesidad enseña y nosotras somos buenas alumnas.
Por eso es doloroso asistir hoy a la banalidad, a la superficialidad, a la inconsciencia de Muchas Cucarachitas Martinas, que despilfarran lo que a muchos seres humanos podría salvarlos de morir de hambre y enfermedades. Las dantescas fotografías del hambre en los países del Tercer Mundo, no son propaganda, son dolorosamente ciertas.
Y no se trata de hacer votos de pobreza, ni privarnos de lo que necesitamos y podemos alcanzar, se trata de no ser esclavas de la avaricia, de no convertirnos en seres desalmados que piensan que el mundo comienza y termina en ellos. Se trata de ayudar a los demás, se trata de librarnos de una vez de nuestro egoísmo, se trata, en fin, de luchar no por ser pobres, sino por que todos tengan lo que precisan.
Tal vez esto te parezca un poco ingenuo, pero, ponte a pensar, todas las religiones hablan y promueven la ayuda entre los seres humanos, las más respetables instituciones del mundo premian a aquellos que más han hecho por el bienestar de los seres humanos, sí, ya sé, a veces se les va la mano y premian a quienes no se lo merecen; pero a lo que voy, no debe estar tan descaminado lo que digo, si tantos en nuestro planeta lo proclaman.
No quiero que estés de acuerdo conmigo, solo deseo que reflexiones acerca de ello, no se trata de política, sino de humanidad. A cada una le corresponde decidir si es una Cucarachita Martina que opta por lo útil y lo necesario o si es de las esclavas de lo superfluo, de las que como dijera el apóstol de la independencia de Cuba, José Martí, tienen “mucha tienda y poca alma”.